lunes, octubre 10

El nacimiento, experiencia inolvidable

¡Qué hermosa experiencia es vivir de cerca el nacimiento!
El don de la vida, manifestado en la gestación, crecimiento y personificación de un nuevo ser humano, es simplemente maravilloso; particularmente cuando el producto es carne y sangre de uno mismo.
El viernes pasado (7 octubre) llegó, de las moradas celestiales, un nuevo espíritu a nuestro hogar.
(Los Santos de los Últimos Días (mormones), interpretamos este evento como un paso importante del Plan de Salvación, mediante el cual, Dios nos permite experimentar cosas que Él mismo posee: un cuerpo, albedrío, la paternidad y la educación de nuevos seres para llevarlos de regreso a su presencia. La vida no termina con la muerte, sino que se prolonga para más allá, viviendo con nuestras familias la clase de vida que Dios vive.)

Mi esposa solicitó que yo presenciara la intervención quirúrgica (cesárea), lo que incrementó la diversidad de emociones que experimenté.
Las técnicas empleadas en un parto por cesárea van penetrando capa por capa hasta llegar a la placenta (cosa que yo no había imaginado):
Primero cortan la piel (que presenta una textura semejante a la de la tela), después seccionan el tejido graso (capa de grasa de aproximadamente 2 cm. y de color amarillento); al abrirse paso por esta capa, se distingue inmediatamente el músculo por su color rojo y consistencia fibrosa. Curiosamente, antes de cortar músculo, los doctores buscaron la región más delgada (que no se encontraba en línea recta con el corte original). Finalmente, llegaron al útero y a la placenta; esta última parecida a una bolsa de plástico inflada.

Ese día concluí que los médicos cirujanos (título redundante porque todos los médicos SON cirujanos), no son más que “tablajeros” de carne humana.

Ahora han pasado ya dos días después del evento y aunque comenzaron las épocas de desveladas y vigilancia completa de la salud tanto de “Mi niña” como del bebé, estoy contento por el nuevo integrante de mi familia.

Me llena de alegría reconocer nuevas palabras en el vocabulario de Ián (mi hijo pequeño); me emociona ver cómo Samá (6 años) aprende a cuidar a su hermanita recién nacida. Estoy muy agradecido con Dios por las experiencias de la vida y satisfecho por el curso que ha seguido mi vida…

Liga a imagenes del evento

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